jueves, 16 de agosto de 2007

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LA SONRISA MENDIGA DEL CARRER DEL BISBE
La sonrisa siempre puesta. Merodean en busca de una limosna con la mirada perdida. Ella con el rostro deforme y chato; él con su barba impecable y tez de beato. Llegan al poyete de piedra de ínfima medida y se sientan juntos, cogidos de la mano, con las miradas haciéndose arrumacos. En la mano, una cajita de madera que es como la del ataúd del canario de Cafrune, "la misma que contuviera lapicitos de color". No aspiran a llenarla, ¡y es tan pequeña! Sólo sonrÍen, sin atisbo de envidia o rabia, común denominador de los mendigos. Piden limosna en estado puro: lo justo para comer y la felicidad completa. Ella de la mano de él y él de la mano de ella. Por el carrer del Bisbe, cuando ellos llegan, se instala una brisa relajante que aventa las briznas malas y trae las briznas buenas. En paz descansarán con su cajita sin que sepamos de dónde vienen, dónde viven, a qué aspiran, si son madre e hijo o amantes dispares, porque no hablan, ni saludan ni se despiden, sólo sonrÍen.